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jueves, 14 de junio de 2012

Crítica al segundo debate

Termino el segundo Debate entre Candidatos a la Presidencia de la República que se transmitió, por diferentes canales, la noche del domingo pasado.

Estoy convencido de que no ganó nadie. Al contrario, todos salimos perdiendo.

Aquello no fue un debate político, fue una mezcla de un programa que te recuerda a Laura en América o incluso el refrito fallido de Carmen Salinas, una experiencia lamentable donde la única conclusión a la que se podía llegar era que no había ni hay un candidato que no tenga cola que le pisen.

Votemos por quien votemos, siempre estaremos votando por un mentiroso y gane quien gane, no habrá manera de que terminemos satisfechos. Siempre quedarán las dudas. Siempre quedará el rencor.  A eso es a lo que nos conducen los talk shows.

ERRORES Y RESULTADOS

Y tal y como sucede con los talk shows y con emisiones de preguntas, respuestas y chistoretes como Cien mexicanos dijieron, el Segundo Debate fue un fenómeno de audiencia.

“No hubo debate, no se enfrascaron en un diálogo real, dieron las posiciones (…) que ya conocemos, y sin entrar a un intercambio real”.
No se observaron ataques de Andrés Manuel López Obrador, candidato de izquierda, hacia Peña Nieto, mientras que este inclusive ignoró ataques de Vázquez Mota.
Peña no se metió con Lopez Obrador, porque la vez pasada que se metió lo vinculó con Arturo Montiel, era correr un riesgo absolutamente innecesario.


En tanto, aunque el tema del movimiento juvenil #Yosoy132 fue tratado en el debate, no fue protagonista.  “Los muchachos no fueron protagonistas, se hizo referencia al movimiento que está en la calle pero no fue protagonista”.La candidata del PAN sostuvo que los jóvenes pueden manifestarse sin el temor de un presidente autoritario y reclamó a Peña Nieto haber llevado 400 autobuses al estadio Azteca con simpatizantes a reprimir y golpear jóvenes que no piensan como usted, y repuso al priísta: “El caso más patético es su visita a la Ibero, donde no sólo le tiene miedo a los jóvenes (sino) terminó encerrado en el baño”.


López Obrador anunció ante la audiencia nacional la integración de buena parte de su gabinete presidencial, y aseguró que gobernará para todos, que no habrá venganzas y enfrentará la corrupción.


Mientras que Peña Nieto pidió un voto de confianza, y le contesto a la panista Fue un momento importante, no sólo de experiencia en la campaña, sino de este proceso democrático. No es cierto, carece de la más mínima verdad, no me escondí, hice frente a los grupos que se expresaron legítimamente en contra. Son voces que respeto.


Vázquez Mota continuó en la tesitura de atacar y llevar a los otros candidatos al terreno del escándalo político y al no recibir respuesta se olvidó de su plataforma electoral Como en 2006, pero ahora contra PRI y PRD, insistió en que ambos son dos caras de la misma moneda. Al tricolor lo identificó con el autoritarismo, rendido ante el crimen organizado y ejemplo del abuso del poder; al otro rostro del PRI le endilgó la intolerancia, el rencor, la confrontación, el populismo y las crisis económicas. Llamó al voto útil de los indecisos: priístas que no estén del lado de la corrupción y de la izquierda moderada. Dijo vota así, mientras exhibía una cruz color azul que se pintó en su palma izquierda.


Y Quadri aseguró: Si todos ustedes saben que soy el mejor candidato y votan por mí, seré el próximo presidentedespues de propinarle la respuesta fue demoledora y que el rostro de Josefina se desorbito. Quadri exhibió una fotografía donde aparecen sonrientes Felipe Calderón, Vázquez Mota y Elba Esther Gordillo y debajo la frase Querida amiga, que la panista prodigó a la lideresa magisterial. “Pedirle nos explique por qué antes tenía una opinión tan favorable, tan zalamera de la maestra Elba Esther.
López Obrador, en tanto, expuso su confianza en lograr una gran transformación del país por el bien de todos y para gloria de México. Sólo podrá impedir este hecho histórico y trascendente la desinformación, la desorientación y el miedo al cambio, inducido por los que no quieren que las cosas cambien

lunes, 4 de junio de 2012

Segunda vuelta

México no tiene segunda vuelta para decidir su elección presidencial. Todo se resuelve en un día. Para ganar no se necesita un porcentaje mínimo, se requiere simplemente tener más votos que el segundo lugar. Sin embargo, en nuestras elecciones suele haber dos tiempos, dos etapas de la competencia.

 La primera es una lucha abierta. El puntero se empeña en conservar su delantera mientras sus adversarios luchan entre sí para colocarse en la posición del contendiente. 

La segunda etapa arranca cuando es claro quién es el candidato que puede desbancar al puntero. 

A partir de ese momento, la competencia se polariza: toda la atención se dirige a los dos sobrevivientes. La tercera fuerza se margina hasta volverse un testigo de la final a la que no pudo clasificar. Cuando resulta claro quiénes son los dos finalistas, muchos votantes se ven ante una disyuntiva compleja: seguir respaldando al candidato que ya no tiene ninguna posibilidad de triunfo o abandonarlo para  respaldar la opción que detesta menos. El voto de conciencia puede ser un desperdicio; el voto útil puede sentirse como una vergüenza. El elector sentirá que tira su voto a la basura o que debe taparse la nariz al votar. Esa es la terrible dificultad de quien vota sin entusiasmo.

Las elecciones presidenciales recientes han tenido esas dos fases. Una primera ronda de competencia abierta y una segunda etapa con los finalistas. Vicente Fox ganó el derecho de presentarse como la alternativa a la continuidad priista en la primera ronda de la elección del 2000. En 2006, Felipe Calderón anuló al candidato del PRI para presentarse después como la opción de quienes temían la victoria de López Obrador. En la elección que corre vemos un fenómeno parecido pero sin la nitidez de las finales previas. La polémica encuesta de Reforma publicada el jueves pasado coloca a Josefina Vázquez Mota muy atrás del segundo lugar que ya muerde los talones al puntero. Otros estudios de opinión, sin embargo, mantienen la competencia por el segundo lugar como la fuente principal de incertidumbre en la elección. Consulta Mitofsky, Parametría y Ulises Beltrán registran una diferencia entre segundo y tercero de menos de 4 puntos y una distancia de 16 puntos o más entre el segundo y el primero. Todas coinciden ya en ubicar al PAN como tercera fuerza pero difieren significativamente en la condición de su rezago. Reforma ve una contienda por el oro, mientras las otras casas encuestadoras insisten en que el pleito es sólo por la medalla de plata.

De cualquier modo, la dinámica polarizante empieza a imantar la elección.
De unas semanas a la fecha, se percibe una contienda entre dos: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Que así sea, que haya remontado ya a quien arrancó en segunda posición de acuerdo a todas las encuestas fiables, que adelante en las preferencias a pesar de la debilidad de los partidos que lo respaldan, es un inmenso éxito de López Obrador. El candidato de la izquierda logró en primer lugar, cambiar lo que se creía inmodificable: su propia imagen. A muchos nos habrá parecido una sentimentalada reaccionaria y absurda su retórica amorosa pero sirvió, sobre todo, para cambiar de tono. 

La campaña de 2012 está compuesta en otra clave, en una muy distinta a la de hace seis años. Por supuesto, no ha desaparecido el denunciante de corruptelas y oligarquías, no se borró el político que desprecia a las instituciones, pero la entonación de la crítica parece distinta. Algunos ven cansado al candidato de izquierda, yo veo que, más que fatigarlo, el tiempo lo ha suavizado. 

Los panistas reeditaron la campaña de denuncia del 2006 para retratar a Peña Nieto como el nuevo peligro para México. La campaña ha sido eficaz: deterioró la imagen del priista y mejoró, como hace seis años, la intención de voto para el segundo lugar. El beneficiario de la campaña negativa del PAN ha sido, sin duda, López Obrador. 

Empiezan a darse señales de que la segunda vuelta está en marcha. López Obrador recibe las críticas que antes concentraba en exclusiva Peña Nieto. La geometría de la contienda ha cambiado sustancialmente. El debate que viene, por ejemplo, será radicalmente distinto al previo. El blanco de los ataques será, seguramente el candidato de izquierda, quien recibirá críticas del PRI, del PAN y del otro. 

El nerviosismo de los panistas ante la anulación de su candidata se hace notar: alguno minimiza el riesgo de que el PRI recupere el poder, otros advierten del peligro de apoyar a López Obrador por la inercia del antipriismo. 

 

martes, 22 de mayo de 2012

Piedras a los bichos

A pesar de ser parte de la normalidad política el hecho de que los políticos dejen inconclusas sus gestiones, ya sea en los congresos, alcaldías o incluso en puestos de la administración pública, es algo que no deja de molestar a un sector de la población, que al no tener tribuna para expresarlo, se espera al día de la elección para castigar a esos “chapulines”.

Pero quienes sí tienen la cobertura de los medios también aprovechan para cuestionar la falta de ética y moral, aun a sabiendas de que esos son valores escasos en el juego político.
Así pues, Ezequiel Reynoso, diputado local del PT, considera que no se vale que si fueron elegidos para cumplir un periodo, renuncien para irse a otra campaña cuando apenas van iniciando su gestión, dejando inconclusas las cosas.

Maria Serrano, senadora de la República, también lamentó esta situación y al igual que el gobernador Mario López Valdez, “chapulín” en su momento, sugiere que se legisle para hacer válida la reelección y así acabar con este problema.

Por su parte el dirigente estatal del PRD, Heriberto Arias, dijo que esta práctica constituye un abandono de los compromisos que se hicieron con los ciudadanos a la hora de pedirles el voto, por lo que pidió legislar para que al menos se condicione la separación de los cargos públicos para buscar otro, cuando hayan cumplido al menos con las dos terceras partes del mandato.

En tanto Francisco Solano Urías, presidente del Comité Directivo Estatal del PAN, reaccionó molesto días antes de que Héctor Melesio Cuen se separara de su cargo: “Por supuesto que me molesta, por supuesto que lo digo con toda la intención de que los ciudadanos de una vez por todas digan ¡ya basta!, y no nada más a él, sino a todos los funcionarios abusivos que todos los días se manifiestan de diferente modo en todo el país y en todo el estado”.
Y es que apenas el mes de enero pasado, Cuen Ojeda había dicho, resignado ya a quedar fuera de la contienda electoral federal, que él no esperaba ser propuesto por algún partido pues estos tenían el monopolio de las candidaturas: “A mí no me ha invitado ningún partido político a participar… ya veremos, si se presenta esta oportunidad lo valoraremos, pero hasta entonces no pienso gastar nada de energía al respecto puesto que tengo una gran responsabilidad como presidente municipal”.
Pero precisamente la falta de responsabilidad de los políticos “chapulines” con el pueblo de Culiacán, ha hecho que en los últimos cinco años la capital de Sinaloa haya tenido seis presidentes municipales: Jesús Vizcarra Calderón, Antonio Castañeda, David Ibarra Félix, Héctor Melesio Cuen Ojeda, José Manuel Osuna Lizárraga y Aarón Rivas Loaiza.
En la esfera federal, entre diciembre de 2011 y febrero de 2012, el Congreso de la Unión recibió 40 solicitudes de licencia: 32 diputados federales y 8 senadores. La mayoría fueron del PRI: 31, pero todos con miras a la elección del domingo 1 de julio, en busca de un nuevo puesto de elección popular o una posición dentro de algún gobierno, de acuerdo con el Primer Reporte Legislativo de Integralia, consultora que dirige Luis Carlos Ugalde.
—¿De qué se trata? ¿Es una deformación de la democracia? —se le pregunta a Arturo Santamaría.

—Sin duda, es una deformación, es un abuso de la democracia con el pretexto de las libertades ciudadanas. Efectivamente que cualquiera puede tener derecho aspirar a un cargo, existe eso en términos constitucionales, pero digamos que esto le quita respeto a la ciudadanía, habla de ambiciones personales o de grupos, ya no de compromisos profundos con la comunidad, porque no hay seriedad alguna cuando estás algunos meses en un cargo y aspiras a otro donde haya más poder o más posibilidad de seguir escalando y no hay compromiso profundo a largo plazo con nadie.

—¿Y por qué ese desprecio a los representados o a los electores?
—Porque la ciudadanía es demasiado débil, no está organizada para ponerle un límite a eso; legalmente tampoco hay ningún limite, ningún candado para que salte de aquí para allá.

Chapulines de la política

El abandono de cargos de elección popular por otros: un desvío de la alternancia

Políticos de todos los partidos que pidieron el voto al ciudadano para ocupar un cargo público, o funcionarios que fueron designados dentro de la administración pública de los tres niveles de Gobierno, “tiran a la basura” sus puestos para buscar otros y se aprestan a salir a las calles para pedir, de nueva cuenta, el voto que los confirme como “chapulines” de la política.

Por la ambición de un sexenio en el Senado de la República, Aarón Irízar López dejó la diputación federal que sí quiso su suplente Reyna Araceli Tirado Gálvez, quien sin pensarlo dos veces dejó la regiduría en el Cabildo de Culiacán. Héctor Melesio Cuen Ojeda por su parte despreció seguir siendo alcalde de la capital sinaloense para buscar una curul en el Senado y en su lugar quedó interino quien fuera síndico procurador, solo para darle paso a Aarón Rivas Loaiza, quien abandonó la diputación local que tenía “para cumplir su sueño” de ser presidente municipal.

Ejemplos de estos “servidores públicos”, mejor conocidos como “políticos chapulines” por saltar de un cargo a otro sin concluirlos, se reeditan cada elección no solo en Sinaloa, sino en todo el país, y constituyen un mal epidémico de la clase política mexicana, que a decir de estudiosos en la materia, ha venido a consolidarse una vez que el régimen priista comenzó a debilitarse y dio paso a la alternancia.

Debido a la escasez moral y ética en la política, nadie se ha decidido a abanderar más allá de la declaración una iniciativa que reforme las reglas electorales para impedir que esto suceda, por lo cual la práctica de los “chapulines”, se mantiene legalmente vigente. Aunque existe en la legislación de Baja California la prohibición al respecto, el caso de Jorge Hank Rhon ha convertido a dicha ley en vigente pero obsoleta, pues el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le concedió en el 2007 contender por la gubernatura de ese estado pese a que el Tribunal Electoral local se lo había prohibido pues era alcalde de Tijuana.

Por eso el argumento de quienes lo hacen, como el diputado con licencia Blas Rubio Lara, que busca una diputación federal por el PRI, o Fernando González Sánchez, quien dejó la Subsecretaría federal de Educación Pública para ser senador por Sinaloa, termina en la autodefensa de que no incurren en ningún acto ilegal.
Arturo Santamaría Gómez, catedrático de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), puntualiza que es interesante ver cómo lo que hoy se da en llamar “chapulines” en política, era algo mucho menos común en el régimen clásico del PRI: “El presidencialismo autoritario decidía quién se iba a uno u otro lugar; normalmente hacía esos cambios el presidente de la República o el hombre poderoso de cada región, pero una vez que habían concluido, casi siempre, esos cargos”.

Esta deformación de la democracia ocurre principalmente cuando empezó a debilitarse el régimen priista, pero sobre todo a partir de la alternancia es que se generaliza, se pierde la disciplina, las largas militancias y se recurre a empresarios para que sean candidatos ante el desgaste de la clase política, e incluso, empiezan a “piratearse” candidatos o los militantes rompen la disciplina ante la ausencia de un eje en el mando y se pasan a otros partidos y esto se desorganiza totalmente, añade el investigador de tiempo completo.

Periodismo muerto

El periodismo es, por naturaleza, un oficio vanidoso. O, si me apuran, una profesión repleta de vanidosos. Una vanidad que nos ha impedido, en la mayoría de las ocasiones, mirar con sentido autocrítico hacia dentro con el objetivo de readaptar nuestro papel en la sociedad. Hoy hemos perdido nuestro lugar en ella, no sólo por no disfrutar del tan preciado monopolio de la información con el que tan cómodos nos sentíamos, sino por la pérdida del prestigio y credibilidad imprescindibles para esa noble tarea.
Por eso, hoy más que nunca es necesaria la autocrítica. Necesaria para contemplar lo excesivamente bien valorados que nos tenemos a nosotros mismos. Hemos recibido durante años un cheque en blanco de la sociedad tan peligroso que nos hemos creído con la potestad de juzgar en el nombre de la libertad de expresión y de información. En la mayoría de las ocasiones, no contamos las historias que suceden a diario para explicarle a los ciudadanos lo que ocurre a su alrededor, sino que tratamos de decirle a éstos cómo y qué tienen que pensar. Pese a todo, no somos jueces ni un poder en sí mismo ni estamos en posesión de la verdad absoluta.
Autocrítica para desterrar de una vez un periodismo de trinchera que no hace más que agrandar la distancia entre la sociedad y los medios de comunicación. Decía hace poco la ya ex Defensora del Lector de El País, Milagros Pérez Oliva, que no hay nada más triste para el periodismo que ver cómo los ciudadanos se ven en la obligación de acudir varios medios y, a través de una media aritmética, hacerse una idea de la realidad. ¿Hasta cuándo los hechos dejarán de ser una mercancía manipulable para ser un bien sagrado?
Autocrítica para corregir esa cercanía con el poder que tanto daño nos está haciendo. En muchas ocasiones, escribimos para el político de turno, el anunciante de turno o el consejo de administración de turno. Nos olvidamos de que nos debemos a los ciudadanos y que nuestra tarea siempre tiene que tener a ellos como el horizonte. Hay que saber encontrar la distancia ideal entre el periodista y el poder o los propios hechos para estar lo suficientemente alejado como para no perder la perspectiva y lo suficientemente cerca como para poder olfatear la noticia.
Autocrítica para convencernos a nosotros mismos de que la carrera del último minuto es un arma de doble filo. Hay que valorar en su justa medida esa tendencia, pues en la mayoría de las ocasiones es preferible no llegar el primero pero contar bien la historia. La excesiva velocidad también puede matar al buen periodismo.
Autocrítica para darnos cuenta de que nos hemos olvidado de las historias inspiradoras, de superación, que sirvan de ayuda a los que realmente lo están pasando mal. Nos hemos instalado en la creencia de que hay que poner el foco exclusivamente en lo negativo que es, a la postre, lo noticioso o lo que creemos que nos dará lectores. Un craso error que nos lleva al círculo vicioso en el que nuestro trabajo pierde gran parte de la utilidad social que se le supone.
¿Quiere decir esto que se hace un mal periodismo? En absoluto. Hay mucho y muy buen periodismo todos los días y en el que también hay que poner el acento. Pero también hay mucho que mejorar y eso sólo se consigue a través de la autocrítica, de la reflexión pausada sobre nuestro papel en la sociedad y sobre lo que estamos haciendo hoy para cumplirlo.
La tormenta perfecta en lo económico pasará, pues se encontrará un modelo de negocio firme pese a las dificultades (otra cuestión será el número de bajas que acarreará). La revolución tecnológica seguirá cambiando, poco a poco, la forma de contar historias (y de consumirlas), pero acabaremos adaptándonos. Pero lo que tiene que llegar es una autocrítica con la que empezar de cero, con la que zarandear conciencias para seguir siendo útiles a la sociedad, para seguir contando, contextualizando, explicando… Sin ella, el periodismo en mayúsculas, aquel que es tan necesario en un mundo cada vez más complejo, está condenado a morir.

martes, 8 de mayo de 2012

Mis puntos del debate presidencial.




Pues el debate presidencial vino y se fue.  Como otros ya se ha comentado, el formato fue desafortunado  y la producción, lamentable. 



  1.  El ganador del debate en materia de seguridad pública fue Felipe Calderón: Ninguno cuestionó la existencia de operativos federales sin límite temporal, nadie le puso peros al uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, no hubo reparos sobre la colaboración con Estados Unidos.
     
  2. Todos quieren más policías: no sabemos porque o para que, pero todos los candidatos aparentemente quieren una expansión en el número de policías. El premio a la irrealidad en este tema se lo lleva Quadri: no sólo propone multiplicar por 10 el tamaño de la Policía Federal, Peña Nieto no le entró al juego de los números, pero sí al de imaginar nuevos cuerpos policiales: propuso la creación de una gendarmería. Vázquez Mota planteó la creación de una “policía nacional con disciplina militar”. López Obrador fue más mesurado en esto y sólo se pronunció por la creación de una “nueva Policía Federal”.
  3. Todos quieren menos personas en la cárcel: este es un consenso agradecible. Todos reconocieron que:
    a) el sistema penitenciario es un desastre.
    b) es indispensable un uso mucho más intensivo de mecanismos alternativos de resolución de conflictos.
     c) es necesario separar poblaciones.

     Eso sí, sólo Quadri  propone privatizar la administración de prisiones. 
  4. Todos quieren seguir “nacionalizando” el problema: Todos quieren seguir manteniendo un arreglo que permite a los gobernadores lavarse las manos sistemáticamente. (Quadri sí habló de retirar participaciones a gobiernos que no implementen la reforma al sistema de justicia penal). Es más, parecerían inclinados a reforzar esos incentivos perversos: Vázquez Mota, al hablar de su “policía nacional con disciplina militar”, afirmó que se utilizaría “para cuando los gobernadores no quieran hacerse cargo.” Los primeros en aplaudir eso serían los propios gobernadores: si saben que, ante un deterioro de las condiciones de seguridad, estaría allí el gobierno federal para rescatarlos, ¿qué incentivos tendrían para “hacerse cargo”? Ni Peña Nieto ni López Obrador se refirieron siquiera al problema y todo lo que propusieron parecería ir en la dirección de mantener la responsabilidad básica en el ámbito federal.
  5. El mundo exterior no existe: en ninguna intervención de ninguno de los candidatos, hubo referencia alguna al carácter internacional de algunos de nuestros problemas de seguridad. Nadie uso la palabra “narcotráfico”, "Iniciativa Mérida", "tráfico de armas",  "flujos de migrantes" o "control de las fronteras". Es como si nada de lo que sucediese fuera nos impactase dentro.
  6. La prevención social del delito: en este asunto, López Obrador se lleva las palmas: en su cosmovisión, la inseguridad no es más que un subproducto de la pobreza y la marginación. Reducirla no requiere más que reactivar la economía. Ninguno de los candidatos reconoció un hecho básico: no todo el gasto social ayuda a prevenir el delito y él que sí ayuda, tiende a hacerlo en el mediano y largo plazo.
  7.  Algunos creen que la “inteligencia” es una varita mágica: en este tema, Quadri se lleva el tache mayor. Primero, se arrancó con una cita de Felipe González (el expresidente del gobierno español), según la cual “el combate al crimen organizado es 85% inteligencia y 15% operación”.Quadri no tiene ni idea de lo que está hablando en este tema. Este fetichismo de la “inteligencia” es compartido por otros candidatos (particularmente por Peña Nieto), pero ayer no lo sacaron a relucir.
     
  8. He escuchado y cada comentario con la edecan Julia Orayen durante la distribución de las papeletas a la y los candidatos que participaron en el debate presidencial celebrado la víspera, cuya vestimenta generó polémica y reacciones en medios escritos y electrónicos nacionales e internacionales y en mi sana opinión enseñó tanto esta modelo que parecía que andaba buscando un puesto en la Secretaría de Educación, para que después salga el IFE a pedir perdón por el sexismo y acuso a la producción encargada del evento, para mi fue el mejor elemento de distracción.

En conclusión, creo que este debate me regresó a mi adolescencia. Me dejó temeroso, insatisfecho, con más preguntas, inseguro, con miedo al futuro, aterrado de la incertidumbre, y enamorado de la edecán que salió al principio. Que la verdad, ese momento fue la única parte en la que todos los mexicanos estuvimos de acuerdo: “¡Qué bárbara!”.

Ojalá que se lance como candidata porque lo que necesita este país es alguien que sepa aprovechar los recursos naturales y explotarlos de la mejor manera.

martes, 1 de mayo de 2012

De la politica a la cancha.

Siempre se ha visto un gran descontento entre las televisoras que gobiernan el país y mas ahora que enfrentan a la reforma electoral del 2007. Desde entonces, decidieron enfrentarse al sistema político con su ejército de comentaristas y periodistas dóciles al guión. Desde 2009 y, más en 2012, estan presente en varios partidos. En vísperas de las elecciones presidenciales del 2012, arreciaron sus ataques a un IFE debilitado; además, promovieron en el Congreso una contrarreforma en medio de su apoyo explícito y mutuo a Enrique Peña Nieto y a Josefina Vázquez Mota. No es casual esta “alianza” masoquista. Tanto Peña Nieto como Vázquez Mota se comprometieron ante los concesionarios a cambiar la reforma electoral del 2007. 

La razón del berrinche son las perdidas de mas de 3 mil 500 millones de pesos en el mercado de la compra-venta de spots que ahora deben ser utilizados en los tiempos del Estado. El pretexto es el fútbol su interés es convertir el futbol en un negocio alterno con los gobiernos de los estados “Los llamados torneos cortos han venido acompañados del surgimiento del equipos en plazas modestas como Jaguares de Chiapas, Gallos de Querétaro, Xolos de Tijuana, Atlante en Cancún o Necaxa en Aguascalientes, constituidos bajo opacos acuerdos entre gobiernos estatales, televisoras y directivos. Equipos fabricados para los torneos cortos con el propósito de que llegaran a liguillas en temporada electoral. En la fórmula, los gobernadores regalaron dinero público, dispensaron a empresarios de impuestos que el resto de los ciudadanos y hombres de negocio sí tienen que pagar y al final perdieron todos. Las teles no tuvieron más rating, los equipos no llegaron los estadios, los políticos perdieron las elecciones y el pueblo quedó más pobre”. 

El desafío expresado por Ricardo Salinas Pliego, el accionista mayoritario de TV Azteca, escribió en su cuenta de Twitter: “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el fútbol por Azteca. Yo les paso los rating al día siguiente”. Ninguno de los más de 80 partidos de futbol ha sido transmitido a las 20 horas en domingo. Esto es claro y su espíritu vengativo se creen que son los dueños del balón, de la cancha, de los jugadores y del rating de todo lo relacionado con la política, el deporte y el espectáculo.  Soberbios los dueños de la televisión menosprecian la reacción en redes sociales y confían en que van a humillar a los consejeros del IFE. Lo más sorprendente es el silencio cómplice de los candidatos presidenciales del PAN y del PRI. Si aceptan este desafío de las televisoras, lo único que queda claro es que ellos también forman parte del espectáculo.

Periodismo ausente

El candidato del PRI ha hecho de la eficacia su bandera. Prometió y cumplió. Eso nos dice constantemente: es un tipo confiable y tiene el testimonio de los notarios para convencer a los escépticos. En campaña enlistó sus promesas y hoy presume que las cumplió puntualmente como gobernador. Los panistas lo llaman mentiroso. Han tomado precisamente la lista de los orgullos como prueba de un engaño. Los compromisos de los que hacen alarde los priistas son, en realidad, un catálogo de falsedades. Hace unos días los adversarios se enfrascaron en un debate sobre los compromisos de Peña Nieto. En un absurdo duelo al que bautizaron como “la mesa de la verdad” se enfrentaron sin aportar prueba alguna a su alegato. Ratificación de subjetividades en donde el periodismo actuó como el morboso testigo de un ridículo. Fulano dijo, mengano contestó.
El episodio es un enfrentamiento natural: un partido presume éxitos, el otro los llama fracasos. Lo notable en la polémica es el sitio donde se instala el periodismo. Los reporteros acuden puntualmente a la cita del duelo y registran con detalle los dichos y las réplicas. Los noticieros de radio y televisión dan aviso del encuentro y reseñan el altercado. Los opinadores se entretienen con la exhibición. Cada cual encuentra motivo para ratificar sus prejuicios. Pero la pregunta capital sigue en el aire: ¿cumplió Peña Nieto con sus compromisos? ¿Es un político cumplidor o un mentiroso? Por supuesto, hay tantas razones para dudar de la propaganda de un lado como para dudar de la propaganda del otro. Unos presentan el compromiso con colores brillantes y tonadas de optimismo; los otros proyectan imágenes borrosas y música tétrica. La versión del PRI será tan parcial como la versión del PAN. Ambos tienen un interés en presentar la realidad de acuerdo a su conveniencia. Por eso sería indispensable contar con una verificación profesional de los dichos. No es una tarea descomunal. Sería un trabajo elemental, indispensable, obvio. Si el candidato puntero presume haber cumplido 608 compromisos, correspondería al periodismo verificar si, en efecto, los cumplió. No he leído ese reportaje, no lo he visto en ningún lado. ¿Sería muy difícil ubicar cada uno de los compromisos y registrar el estado en el que se encuentran?
Lo que veo todos los días son noticias sobre lo que los candidatos dicen: periodismo de declaraciones. En julio del 2000, el entonces corresponsal del Economist, Gideon Lichfield publicó en Letras libres un artículo donde sostenía que la profesión del periodismo en México consistía en la búsqueda de sinónimos de la palabra dijo. “Abundó. Aceptó. Aclaró. Acusó. Adujo. Advirtió. Afirmó. Agregó. Añadió. Anotó. Apuntó. Argumentó. Aseguró. Aseveró. Comentó. Concluyó. Consideró. Declaró. Destacó. Detalló. Enfatizó. Explicó. Expresó. Expuso. Externó. Informó. Indicó. Insistió. Lamentó. Manifestó. Mencionó. Observó. Planteó. Precisó. Profundizó. Pronosticó. Pronunció. Prosiguió. Puntualizó. Recalcó. Reconoció. Recordó. Redondeó. Reiteró. Señaló. Sostuvo. Subrayó.” El periodista proponía entonces una palabra para describir los vocablos que enmarcan el oficio periodístico en México: dijónimos.
El periodismo como dijonomía: registro de lo que los políticos dicen, olvido de lo que los políticos hacen. Cobertura de lo insustancial, periodismo de trivialidades dedicado a ignorar lo relevante. Hoy la prensa, por supuesto, suele condimentar la colección de declaraciones con la burla. Un largo discurso merecerá mención si el candidato confunde un nombre con otro, si pronuncia mal una palabra, si tropieza con las sílabas. Una entrevista alcanzará los titulares en el momento en que se deslice una agresión. Dijonomía del traspié.
La prensa mexicana habrá ganado espacios frente al poder en el ámbito nacional. Pero no ha podido asentarse como una referencia profesional y relativamente autónoma en el debate mexicano. En esta campaña hay un ausente: el periodismo. Por eso estamos condenados a votar a oscuras. Bombardeo de propaganda que no encuentra el piso de la (relativa) objetividad del periodismo profesional. A través de la prensa podemos enterarnos de lo que los candidatos declaran pero apenas podremos conocer lo qué han hecho. La calidad de la democracia no depende solamente de los políticos, de los partidos, de las instituciones. Depende también de la información y de la crítica del periodismo. Una democracia se alimenta, es cierto, del enfrentamiento de las parcialidades; se vacuna con el profesionalismo de una prensa crítica y curiosa que no se colma con palabras.

viernes, 13 de abril de 2012

Elogio del gris

Circulaba un chiste en Polonia durante los años ochenta. Quien lo contaba simulaba ilusión para celebrar que finalmente era posible la salida de las tropas soviéticas. Hay dos posibilidades: una es estrictamente racional y la otra, milagrosa. La racional es que se aparezca San Jorge en Varsovia y derrote con su espada al ejército ruso como lo hizo con el dragón. La milagrosa es que los rusos decidan irse y regresen a Moscú por su propio pie. A Adam Michnik le tocó en suerte vivir, y obrar en parte, ese milagro. Lo recuerda líricamente en su libro más reciente, En busca del sentido perdido (University of California Press, 2011): “La revolución pacífica de Solidaridad fue verdaderamente hermosa. Un carnaval de libertad, patriotismo y verdad. El movimiento reveló lo más valioso en la gente: su tolerancia, su nobleza, su generosidad. El movimiento construyó, no destruyó; restauró la dignidad sin ceder a la tentación de la venganza. Nunca antes, nunca después sería Polonia un lugar tan lindo, su gente tan libre, tan igual, tan amable”. Su crónica de lo que fue de ese cambio detalla la perversión de aquella magia: tras la belleza, la mezquindad; tras los acuerdos, el escándalo; tras la sensatez, el apetito de venganza.
gris
Es cierto que la transición democrática por vía milagrosa no aparece en los manuales de la politología contemporánea. El prodigio polaco consistió, tal vez, en romper el cristal de lo pensable. Timothy Garton Ash ha apuntado que la intensidad revolucionaria de Solidaridad fue la puesta en escena de una gigantesca simulación. Si en Praga Václav Havel hablaba del deber de “vivir en la verdad” para romper con el fisco de las mentiras, en Gdansk el sindicato se rebeló actuando “como si” Polonia fuera ya un país libre. De ahí brotó lo insospechado: el fingimiento de libertad empezó a ser experiencia de libertad. Se trató de una revolución que ponía de cabeza el modelo que los franceses habían acuñado doscientos años antes: un cambio radical pero sin violencia; una revolución sin guillotina. Integrante del comité ciudadano de Solidaridad, Michnik aconsejó siempre la negociación que, naturalmente, repudiaban los radicales de ambos flancos. Dentro de Solidaridad los puros advertían que no era el régimen el que legalizaba al sindicato sino que eran ellos quienes legitimaban al régimen al negociar con él. Michnik sabía que la apertura no sería efecto de la pureza sino de la transacción.

Bajo un Estado que se proclamaba obrero, las huelgas organizadas por un sindicato ilegal no llevaban el signo de la lucha de clases. En contraste con ese vocabulario, Solidaridad habló desde su inicio, en agosto de 1980, de una Polonia común. Durante siete años sobrevivió saliendo a la calle y escondiéndose bajo tierra pero comprometido siempre con la autonomía y rehusando enfáticamente la violencia. A John Keane, el periodista del diálogo, le compartió su convicción de que la fuerza es maldición. Quien usa la violencia para alcanzar el poder, la usará para mantenerse en el poder. La violencia no se empuña como una espada: la violencia devora a quien la invoca. Quien aprende a golpear no deja de golpear: “en nuestro siglo, la lucha por la libertad se ha obsesionado con el poder, en lugar de empeñarse en la creación de una sociedad civil. Por eso ha terminado siempre en el campo de concentración”.2 Solidaridad representaba un cambio radical porque no oponía una utopía alterna a la utopía oficial: una revolución antiutópica. Se trataba de algo completamente nuevo en el horizonte europeo, dice Michnik: un anhelo de imperfección política para una sociedad sin héroes. La moderación como la más radical de las subversiones. El orden totalitario empezó a erosionarse cuando el tono de la disidencia cambió. La Gran Aspiradora no pudo reabsorber a la naciente sociedad civil. Solidaridad no disparó un tiro pero le rompió los dientes al régimen.


Durante años se enfrentaron un sindicato ilegal y un partido único. Solidaridad era un coloso con pies de hierro y manos de barro: tenía poder en las fábricas pero ninguna responsabilidad pública. Fuerte para patear, débil para hacer. El poder, por su parte, lo controlaba todo formalmente pero era cada vez más incapaz de administrar algo con mínima eficacia: un coloso con pies de barro y manos de hierro. El único poder del régimen era la fuerza; la única presencia del sindicato era en la sociedad. El uno necesitaba al otro. El reconocimiento de esa dependencia mutua fue el origen del pacto de transición que se volvería tan modélico como aquel de la Moncloa.


La antiutopía que llamamos democracia llegó para cumplir su oferta de decepción. Para empezar, operó un cambio cromático: la realidad que, bajo el totalitarismo se ve blanca o negra y que en tiempos de intensidad revolucionaria adquiere el brillo del rojo, se convirtió en gris. El color de la verdad es gris, decía Gide. Ése es el color también de la democracia: ahí está su encanto, su valor, su belleza. La democracia es crónicamente imperfecta y por eso puede ser la mejor vestimenta para el cuerpo humano.


Polonia pudo haber cumplido en pocos años todas sus ilusiones: recuperó libertades, fundó una democracia parlamentaria, ganó independencia, se integró a Europa, abrió su economía. Y sin embargo, escribe Michnik en su libro más reciente, el país está furioso.2 Tal vez los costos del terciopelo son más elevados de lo que se pensaba originalmente. En ausencia de una “catarsis revolucionaria”, ha dicho Garton Ash, se extiende sobre las democracias pactadas una sospecha de acuerdos indignos entre la vieja y las nuevas elites y, sobre todo, se filtra en la conciencia un sentido de profunda injusticia. En ese sentimiento incuba la tentación populista de la venganza. Michnik no lo esperaba, pero ha advertido que, con la competencia electoral, se reavivó en su país la siniestra tradición de cazar brujas, de delatar infieles, de purgar a los sucios. En el afán de venganza, el polaco no ve solamente una injusticia que reactiva los resortes del miedo y la complicidad de la opresión previa, sino el estrangulamiento de la democracia. Bajo el odio, la desconfianza y el miedo no puede entablarse el diálogo que la sostiene.


Después de haber alabado la hermosa transición, Michnik detalla las razones del desengaño. Subraya, por ejemplo, la importancia del liderazgo fundacional: el efecto devastador de un mal ejemplo en tiempos críticos. Si Lech Walesa fue un opositor admirable, si fue capaz de encarnar el sueño de muchos, como gobernante se empeñó en derruir su prestigio. Su ambición, su terquedad, sus caprichos y su incompetencia hirieron a la nueva democracia. El nuevo régimen no encontró ejemplos de dignidad y eficacia en su primer gobierno. Ha sido muy difícil encontrarlo después. El sindicato convertido en partido gobernante se volvió un penoso remedo del viejo poder. Solidaridad quiso controlar todos los hilos del mando o más bien ocupar todas las sillas de la burocracia; favorecer a los suyos con cheques y beneficios. En lugar de abrir el espacio al talento, el nuevo gobierno se dedicó a pagarle a sus leales. Así, el nuevo gobierno no fue capaz de conferirle prestigio al régimen democrático. A la denuncia de la dictadura abusiva, siguió la indignación con los políticos “que son todos iguales”. Y si la Iglesia fue, en tiempos de oposición, una reserva de digna autonomía frente al poder, tras la caída del comunismo recuperó sus vicios más antiguos: soberbia, xenofobia, intolerancia. Pudo verse de este modo que la democracia no asegura el asentamiento de un piso común. Por el contrario, la urgencia de la ventaja inmediata puede canibalizar la política. El odio es rentable, la venganza es provechosa y el rencor un pedestal de reputación. Mediocridad, intransigencia, esterilidad, polarización. La ejemplar transición dio paso a una aberrante inquisición ultraconservadora. La mesa redonda convertida en coliseo de humillaciones públicas.


Y a pesar de todo, insiste Michnik, el mejor recipiente político de nuestra imperfección sigue siendo el régimen del gris. Siempre será preferible la defectuosa democracia a la brillantez de una dictadura. Para decirlo con palabras de Adam Zagajewski, sólo una democracia nos permite saborear la responsabilidad. Sólo ahí asumimos el riesgo de elegir y cometer errores.

jueves, 12 de abril de 2012

Berlin y la topografía del liberalismo


Berlin largo


En ciertos cículos del discurso político norteamericano, el liberalismo aparece como una especie de culto satánico. Como ejemplo sirven los títulos de Ann Coulter. En el Guardian de Londres, Giles Fraser anuncia una serie sobre su compleja topografía. Iniciará con un examen del liberalismo de Isaiah Berlin. En la segunda entrega, Fraser considera que la idea central de Berlin: la púa del puercoespín que también fue, es la convicción de que el hombre más peligroso del mundo es quien cree que ha resuelto el misterio de la vida. Su aversión a la "lilbertad positiva" se debía a que veía en ella una coerción disfrazada. En el tercer artículo de la serie Fraser se aparta de Berlin para sostener que el liberalismo defiende una sociedad delgada y un individuo corpulento. No creo que esta conclusión sea correcta. Berlin no aceptaría el planteamiento dicotómico. Descreía del triunfo de un valor sobre otro y reconocía el legítimo apetito de comunidad al hablar del nacionalismo saludable. En su cuarta entrega, se analizan las críticas a la noción berliniana de libertad negativa. La conclusión de Fraser es que ese concepto es incapaz de ofrecer un cuento común, una narrativa colectiva que inyecte sentido a la comunidad.

sábado, 17 de marzo de 2012

10 mandamientos electorales.

Y el Señor le dijo a Alejandro: “Alista tu iPad, que te voy a dictar las reglas que han de seguir tú y tu pueblo para elegir al ungido”.
Y Alejandro se levantó de mañana y acudió a un lugar entre pinos, como le mandó el Señor, y llevó en su mano dos tabletas (llevaba una de repuesto por si se le acababa la batería).
Y el Señor bajó de los cielos (andaba en su helicóptero haciendo actividades no proselitistas) y le habló así a su ciervo (con c, porque de cariño le decía “venadito”):
1. Continuarás con la sagrada alianza con el IFE para asegurar la seguridad y tranquilidad del proceso: la seguridad de que podrás manipularlo y la tranquilidad que da el ejercicio absoluto del poder.
2. Evitarás que el crimen organizado se infiltre en el proceso electoral. No vaya a ser que aprenda malas mañas de los partidos políticos o que los candidatos sientan que les están haciendo competencia desleal.
3. No harás mal uso de los programas sociales con fines electorales. Solo harás buen uso de ellos; es decir, los utilizarás para garantizar que únicamente sea elegido aquél que teme mi nombre y que acatará mis designios.  
4. Para que la elección se realice sin contratiempos, habrás de instalar grupos de trabajo en la administración pública y así garantizar que ningún empleado gubernamental realice tarea alguna en beneficio de la ciudadanía.
5. Haz que todos sospechen de todos y que denuncien ante la Fepade la paja en el ojo ajeno, pero no vean el aserradero en el propio.
6. El signo del proceso habrá de ser tu estrecha colaboración con el IFE: que no dé un paso sin sentir tu sombra omnipresente e intimidante.
7. Cumplirás con las normas y tiempos establecidos por el IFE para difundir campañas, pero no dejarás que eso impida que ejerzas tu divino derecho a pregonar, enaltecer y exagerar tus logros. No vaya a ser que tu pueblo se dé cuenta de que pecaste de indolencia y pierda la fe.
8. Habrás de garantizar la seguridad de los distintos candidatos. ¿Y qué candidato es el único distinto? Aquél que no puede ser nombrado varón. Pero no has de descuidar a los otros: no vaya a ser que alguno, sabiéndose derrotado, enloquezca, se inmole y se vuelva mártir. Y una vez fenecido, todos sus defectos se convertirán en virtudes. Ya nos ha pasado antes y, créeme, no hay forma de ganarle a un muerto.
9. Habrás de estar en contacto con los líderes de todas las tribus políticas para estar al tanto de sus intenciones malévolas y asegurarte de que no rompan la ley. Al menos no antes que tú.
10. Estarás en constante comunicación con las autoridades electorales de toda mi gran nación para asegurarte de que saben que tienes el poder de castigar al que te ofende y recompensar al que te complace. Hazles saber que servirte a ti es servirme a mí, el Todopoderoso.”
Así habló el Señor a Alejandro. Y aconteció que Alejandro descendió del lugar entre pinos con las tablas en la mano y su rostro resplandecía (había olvidado ponerse bloqueador solar). Después convocó a todos los hombres y mujeres de las cámaras y los micrófonos, y ellos se acercaron a él. Y él les dijo: “Este es el Decálogo que me ha dado el Señor”. Y repitió las palabras de fuego que el Todopoderoso le había dictado.
Y al conocer la Palabra, los hombres y mujeres del pueblo vieron que la profecía se cumpliría: el Ungido sería elegido como lo habían hecho sus padres y los padres de sus padres: como había sido siempre, como siempre sería.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Elogio del lodo

Quienes están acostumbrados al aplauso, quienes creen que la sociedad debe mostrarles agradecimiento, quienes imaginan la política como un desfile triunfal creen que la desconfianza que se expresa públicamente es ya un insulto, una ingratitud, una patanería. Tan bonitas que suenan las porras y tú haciendo preguntas. ¡Cuánta insolencia! A la crítica la llaman lodo. A la exhibición de sus lacras la llaman “campaña negra”, como si se tratara de una siniestra conjura fascista. Han llegado a hablar de una guerra sucia, como si la desaparición de personas, la tortura, el asesinato de la oposición orquestada por una siniestra dictadura fuera comparable al dedo que señala el abuso o la alarma que anticipa un peligro. Campaña de lodo, guerra sucia, campaña de odio. Los nombres son intercambiables pero conllevan los mismos elementos: muchos se ponen de acuerdo para golpear a un indefenso y ponen en riesgo la convivencia. Una acción tumultuaria y, sobre todo, ilegítima. Cuando una crítica encuentra eco en la prensa o en la opinión pública es vista de inmediato como una campaña de linchamiento. Detrás de cualquier crítica estará, por lo tanto, algún interés oscuro, un personaje encubierto que mueve sus hilos para desprestigiar a quien solo merece ovaciones. Quienes no me rinden homenaje sirven a esa abyecta campaña de odio.
Quienes quieren resguardarse de la crítica denunciando a la política “sucia”, pretenden convencernos que la suya es una política aromática. Política perfumada con ideas, esterilizada de rencores y animadversiones; política resplandeciente y sustanciosa. Nuestro candidato leerá a continuación su discurso sin perder el tiempo respondiendo a las acusaciones. Los publicistas de esta higiénica política ignoran que el lodo es más sustancial que las pompas de su jabón. Un candidato podrá firmar los textos que sus colaboradores les preparan. Podrá recitar un hermoso proyecto de nación y enlistar el catálogo de sus prioridades sin brincarse de la quince a la dieciocho. Los promotores de esa política desinfectada creerán que sus anuncios en la televisión son aportes a la política deliberativa y que las denuncias son la inmundicia de los envidiosos. Les gusta soplar preciosos globos de detergente. A diferencia de ellos, yo creo que más importante que su ideario y sus frases, es su confiabilidad, su trayectoria, sus relaciones, sus reflejos. Por ello el lodo ayuda. El lodo presenta un desafío al que sólo se puede responder de frente. Hay lodo que se resbala pero también hay lodo que descubre lo que se quiere esconder.
Cada vez que se señalan los abusos del PRI, cada vez que se destaca su mal manejo de los recursos públicos, cuando se advierte que encubre pillos, brincan ofendidos para gritar que se está jugando sucio, que se quiere lastimar su reputación. Cierran filas y gritan: ¡Guerra de lodo!
El paleolítico dirigente del PRI llegó a la dirigencia de ese partido escudado en una innegable popularidad local. Quiso imponer su estilo pendenciero pero sus bravatas terminaron pronto, con la cola entre las patas. El peleonero terminó exhibido como símbolo de un partido dispendioso que cierra filas para cuidar a sus bandidos. A su hermano no solamente tuvo a bien heredarle la gubernatura sino también una inmensa deuda. La probidad de su colaborador más cercano y más fiel ha sido cuestionada con pruebas, al parecer, bastante sólidas. ¿Qué hace el tosco dirigente priista al escuchar reclamos y denuncias sobre estos casos? Lo natural: denunciar que es víctima de una guerra sucia y advertir que no dirá nada al respecto. Denunciar una campaña de lodo tiene sus ventajas: el político cuestionado tacha de ilegítima la denuncia y sigue su camino. Para los incuestionables, la crítica es un acto bélico; el limpísimo pacifista no caerá en provocaciones.
El exgobernador del Estado de México deberá reconocer que, con la solemnidad que caracteriza cada gesto suyo, le mintió al congreso de su estado. El Economist exhibió lo que Andrés Lajous había descubierto poco antes: el gobernador declaró formalmente en su último informe de gobierno que los homicidios habían descendido a la mitad durante su sexenio. Falso. Peña Nieto no fue un gobernador milagroso. Fue, más bien, un gobernador mentiroso. Los homicidios en su estado no solamente no descendieron sino que aumentaron, según las cuentas de la revista inglesa. ¿Considera el pretendiente priista que el artículo forma parte de esa guerra de lodo? ¿Le merece respuesta la imputación?
Si el PRI cree que nos subyugará la vacuidad de su perfumado, habrá que responder con crítica y lanzarle lodo a sus globos de aire.

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