En ciertos cículos del discurso político norteamericano, el
liberalismo aparece como una especie de culto satánico. Como ejemplo
sirven los títulos de Ann Coulter. En el Guardian de Londres, Giles Fraser anuncia una serie sobre su compleja topografía. Iniciará con un examen del liberalismo de Isaiah Berlin. En la segunda entrega,
Fraser considera que la idea central de Berlin: la púa del puercoespín
que también fue, es la convicción de que el hombre más peligroso del
mundo es quien cree que ha resuelto el misterio de la vida. Su aversión a
la "lilbertad positiva" se debía a que veía en ella una coerción
disfrazada. En el tercer
artículo de la serie Fraser se aparta de Berlin para sostener que el
liberalismo defiende una sociedad delgada y un individuo corpulento. No
creo que esta conclusión sea correcta. Berlin no aceptaría el
planteamiento dicotómico. Descreía del triunfo de un valor sobre otro y
reconocía el legítimo apetito de comunidad al hablar del nacionalismo
saludable. En su cuarta
entrega, se analizan las críticas a la noción berliniana de libertad
negativa. La conclusión de Fraser es que ese concepto es incapaz de
ofrecer un cuento común, una narrativa colectiva que inyecte sentido a
la comunidad.
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jueves, 12 de abril de 2012
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