Hay noches que no hacen ruido, pero cada vez son más raras. La
ciudad de hoy es enemiga de ese silencio nocturno en donde sólo se
escuchaba el monótono, pero arrullador, canto de las cigarras. Mañana no
tendremos otro silencio que el de las tumbas, a condición de que no
despierten los muertos, porque sus gemidos serán estruendosos cuando
intenten probar la inocencia que hoy encubre sus delitos, dado que son
almas piadosas: confiesan y comulgan sus pecados a estafadores con tiara
y permiso para delinquir.
Hay noches que no hacen ruido, pero son cada vez más ajenas a nuestro tiempo. La ciudad moderna ignora el silencio nocturno que permitía escuchar el sonido del mar, o el mugido del viento, tan sonoro y firme como el de las vacas que asustaban a mi hija, aun cuando no le quitaban el sueño.
Hay noches que no hacen ruido, pero ya no se oyen debido a la algarabía que las vapulea.
Hay noches que no hacen ruido...
Hay noches que no hacen ruido, pero son cada vez más ajenas a nuestro tiempo. La ciudad moderna ignora el silencio nocturno que permitía escuchar el sonido del mar, o el mugido del viento, tan sonoro y firme como el de las vacas que asustaban a mi hija, aun cuando no le quitaban el sueño.
Hay noches que no hacen ruido, pero ya no se oyen debido a la algarabía que las vapulea.
Hay noches que no hacen ruido...
Julián Meza, Sicilia. La piedra negra.
Alcalá, Grupo Editorial, 2008 (con nota previa de Álvaro Mutis)
Alcalá, Grupo Editorial, 2008 (con nota previa de Álvaro Mutis)
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