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miércoles, 24 de marzo de 2010

ESTADO DE BIENESTAR vs SOCIEDAD DE PROPIETARIOS

Es evidente a estas alturas que el “Estado de Bienestar” se ha mostrado incapaz de proporcionar convenientemente necesidades tan elementales como la sanidad, la educación o la jubilación. Al contrario, cada año requiere una cantidad creciente de recursos (impuestos) para ofrecernos unas prestaciones cada vez peores.



Conocida es la situación de quiebra en que se encuentra el sistema público de pensiones, motivo por el cual incluso los políticos socialistas nos incitan a trabajar durante más años a cambio de unas rentas cuanto menos inciertas. La calidad de ese paradisíaco Estado de Bienestar se va degradando día a día, ante su propia inutilidad.
La alternativa que nos propone “la Sociedad de Propietarios” está en plena consonancia con los principios capitalistas, que han permitido a la Humanidad disfrutar de los mayores niveles de vida jamás alcanzados. En una Sociedad de Propietarios se defiende que los individuos tengamos libertad de disposición de nuestras rentas, en post de pagar menos impuestos al Estado, para que podamos ahorrar e invertir en una selección de acciones de las mejores empresas del país (principalmente; lo que no quita que nuestra cartera se complete/incremente con valores internacionales).
Es importante comprender que la bolsa no tiene nada que ver con los juegos de azar. Cuando compramos una acción estamos adquiriendo una parte de una empresa y, así, una porción de todos los beneficios que ésta genere en el futuro. La rentabilidad de la inversión en acciones procede de que nos apropiamos del crecimiento futuro de la empresa para incrementar nuestro patrimonio.
El incremento real de nuestro bienestar que se produciría en el caso de abandonar los “esquemas estatistas ” (preestablecidos y comúnmente aceptados por las masas) e invertir en bolsa es simplemente espectacular. Una persona que empezara a invertir a los 25 años $4.200 y luego incrementara la cuantía en un 4% cada año podría jubilarse a los 50 años con unas rentas mensuales de casi $2.400  y un patrimonio de aproximadamente 390.000 . Por supuesto, cuanto mayor sea la aportación anual antes podrá decidir jubilarse el inversor (incluso a los 40 años); si no, percibirá rentas aún mayores.
Comparemos esto con las reducidas pensiones que se obtienen a los 65 años (¡O, quizá, a los 67 años!) y preguntémonos por qué tendríamos que soportarlo. Podríamos dedicar el tiempo libre a otras actividades (leer, escribir, dibujar, viajar, hacer deporte, etc.), reducir la jornada laboral y conciliar su vida laboral y familiar de un modo más sencillo (criar y educar a nuestros hijos en casa) o tomarnos varios años de vacaciones, durante los cuales podríamos incrementar nuestra formación y, así, percibir más tarde mayores salarios.
Pensemos en este supuesto totalmente realista: unos padres que decidan hacer a su hijo recién nacido el que sin duda será el mejor regalo que reciba en su vida: abrirle un fondo de valores bursátiles por valor de 12.000 . Ese fondo se habrá revalorizado hasta los 90.000  cuando el niño ya no sea tal y cumpla 30 años: le proporcionará unas rentas pasivas mensuales de más de 600 . Todo ello sin que el hijo “lo trabaje” y, lo que es más importante, ayudando a crear riqueza en el resto de la economía.
Nota: Todos estos cálculos se han obtenido con la estimación, de un crecimiento de la bolsa del 7% anual. Se trata de una cifra obtenida de la suma de un crecimiento de la economía del 4% de media (¡No vamos a estar en crisis toda la vida!), un beneficio de apalancamiento del 2% (diferencia entre el rendimiento del capital y el coste de la financiación) y una reinversión de los beneficios del 1%.
Ahora bien, cualquier individuo con una mínima cultura financiera podría dedicarse a seleccionar sus inversiones y superar ese 7% anual de rentabilidad media. (Decir que, por ejemplo, la rentabilidad media anual del Ibex 35 antes de la crisis era del 10%).
El problema es que la inmensa mayoría de la población ha crecido en una sociedad de trabajadores ajena a la actividad empresarial e inversora. Quien quiere alcanzar una posición económica abundante se esfuerza por conseguir un puesto de trabajo de alta remuneración, y para ello está dispuesto a estudiar entre 15 y 20 años; pero luego descuidan la organización de sus finanzas personales.
Dicho de otro modo: la mayoría de la sociedad comete el fatal error de confundir renta con riqueza. Los ricos no lo son porque obtengan cada año unas rentas muy elevadas que les permitan gastar de manera desbocada, sino porque han amasado un gran patrimonio y lo están destinando a tareas productivas.
Si percibimos grandes rentas salariales pero carecemos de riqueza podremos consumir como ricos durante un tiempo (¡Lo que nos ha pasado!), pero cuando esas rentas se interrumpan (por ejemplo, porque seamos despedidos) careceremos de un colchón que nos permita mantener nuestro estatus de vida (¡Lo que nos ha pasado!). Tendremos que recortar drásticamente nuestros gastos, incluso liquidar parte de nuestra insignificante riqueza (pensemos en un desempleado que tenga que vender su coche para poder pagar las cuotas de la hipoteca).
Si queremos consumir como ricos primero deberemos tener el patrimonio de un rico, y para ello sólo hay un camino: capitalizar nuestras rentas, esto es, ahorrar e invertir. O, como diría Robert Kiyosaki, deberemos pasar de una situación como la actual, donde trabajamos para el dinero, a una donde el dinero trabaje para nosotros.
Sólo la Sociedad de Propietarios crea los incentivos para que emerja esa necesaria cultura financiera, al hacer a las personas responsables de su dinero y de su propio futuro.
Además, la Sociedad de Propietarios tiene otros dos efectos que la hacen muy superior al Estado de Bienestar:
  • El primero es que, a diferencia de éste, no destruye la riqueza, sino que la estimula. La acumulación de capital se incrementa enormemente gracias a los nuevos ahorros de las personas; igualmente, crecen la productividad y los salarios.
  • La segunda es que nos vuelve independientes del Estado y de su aparato redistributivo. Nuestra pensión futura o nuestra seguridad presente no dependen de un aparato obligatorio y centralizado, sino de nuestro propio patrimonio.
¿Permitiremos que nuestra salud y manutención de jubilación dependa del consentimiento de un tercero: del Estado? ¿Te has parado a pensar qué te sucedería si a causa de “la quiebra del sistema” se dejara de hacer? Sólo la Sociedad de Propietarios nos garantiza prosperidad e Independencia Financiera frente al poder político.

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