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viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Quién le teme a la reelección legislativa?

La propuesta de activar en nuestro sistema político la reelección consecutiva de legisladores y alcaldes es apenas una pieza del rompecabezas de un cambio necesario y urgente en el circuito de acceso y lucha por el poder. Pero esa pieza, que debe engarzarse a otras (revocación de mandato, gobiernos de coalición, segunda vuelta electoral) parece que ha provocado el temor o el terror en una parte de la clase política, liderada por un sector de combativos priistas asociados a los intereses del mexiquense Enrique Peña Nieto.
¿Por qué le temen a la reelección consecutiva? Permítaseme plantear algunos considerandos previos para ensayar respuestas a la pregunta.
Actualmente existe la reelección de legisladores y alcaldes de manera no consecutiva. Este es un gran incentivo para el trapecismo electoral. Los alcaldes y diputados ya no trabajan en su tercer año de gestión sino que dirigen sus esfuerzos a buscar a dónde saltarán para no quedar fuera del presupuesto público, el más buscado en México por ser alto en comparación con lo que se requiere de trabajo para conseguirlo. En segundo lugar, la experiencia o cierto profesionalismo conseguido en un ayuntamiento o en algunas comisiones legislativas se tira a la basura cuando el político salta a otra posición, y ahí habrá que volver a empezar con la curva de aprendizaje.
Este ciclo vicioso sólo perjudica a los ciudadanos y la calidad de la vida pública. Los profesionales de la política están permanentemente en el juego del ensayo-error, los nuevos presidentes municipales o los nuevos legisladores cuando asumen sus nuevos cargos creen que habrá que inventarlo todo, hacerlo nuevo otra vez, y así el país se reinventa cada tres años con consecuencias nefastas para todos. Por eso la reelección no consecutiva de legisladores y alcaldes sólo puede provocar resultados característicos de una república bananera.
Como toda pieza en el sistema político, la reelección no consecutiva de legisladores y alcaldes tiene un principio político, heredado de la hegemonía priista de siete décadas: propiciar circulación de grupos y tribus con sus respectivas clientelas pero con la regla del juego de que en la pirámide debe permanecer el dominio, control y poder de los comités ejecutivos nacionales de los partidos, las oligarquías partidistas. En el fondo, lo que se está jugando es quién pierde poder y quién lo gana. Con la reelección no consecutiva de legisladores y alcaldes los que siguen teniendo el control político son los barones y en algunos casos las damas de hierro de las oligarquías partidistas en detrimento de los ciudadanos.
Los diputados en días recientes, como ya es su costumbre, han quedado muy abajo en su desempeño parlamentario practicando todo tipo de triquiñuelas para no darle cauce a la reelección consecutiva de alcaldes y legisladores. ¿A qué le temen? Se aprovechan de que la opinión pública todavía no descubre los beneficios que supondría esa pieza en nuestro sistema político, se aprovechan de que no es popular porque es una de esas jugadas técnicas que no necesariamente se tangibilizan en el día a día del ciudadano promedio. Pero esa clase política que se niega a dar el paso en una reforma política integral con reelección  consecutiva sí que sabe perfectamente lo que perdería.
Una cierta clase política hoy representada enla Cámara de Diputados, que lideran los priistas asociados a la candidatura de Peña Nieto y que lograron articular —habrá que indagar con qué incentivos— los votos de panistas y perredistas, sabe perfectamente que la reelección consecutiva de legisladores y alcaldes le da poder a los ciudadanos, un poder que hasta ahora no hemos tenido, que no lo sabemos, pero que los que sí están en la política alcanzan a vislumbrar en sus consecuencias.
Piensen, lectores, qué sucedería si hoy nuestro diputado local o nuestro diputado federal tuviera interés en reelegirse; ese sería su principal interés antes que buscar otra chamba. Piensen entonces qué harían con sus votos el próximo año, ¿serían otra vez para ese diputado? ¿No se preguntarían qué hizo estos dos años? ¿Qué votó? ¿Qué beneficios logró para sus representados? ¿No creen, estimados lectores, que si ese diputado tuviera como objetivo quedarse otros tres años en su curul o en el ayuntamiento no haría desde el primer año todo aquello que estuviera a su alcance para tener contentos a sus electores?
Los mexicanos estamos descubriendo que nuestro voto sirve para premiar o castigar a los políticos en las urnas. A eso le llamamos “voto retrospectivo” y casi no lo usamos porque no hay reelección consecutiva. Pero si esa pieza se inserta en el sistema político, los ciudadanos tendremos más poder a la hora de hacer cuentas en las elecciones. Dicen los tramposos en la clase política que esa jugada eternizaría a los políticos y a las mafias, como si eso no sucediera hoy, como si hoy no hubiera políticos que tienen 20 o 30 años viviendo del erario.

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