La propuesta de activar en nuestro
sistema político la reelección consecutiva de legisladores y alcaldes es
apenas una pieza del rompecabezas de un cambio necesario y urgente en
el circuito de acceso y lucha por el poder. Pero esa pieza, que debe
engarzarse a otras (revocación de mandato, gobiernos de coalición,
segunda vuelta electoral) parece que ha provocado el temor o el terror
en una parte de la clase política, liderada por un sector de combativos
priistas asociados a los intereses del mexiquense Enrique Peña Nieto.
¿Por qué le temen a la reelección
consecutiva? Permítaseme plantear algunos considerandos previos para
ensayar respuestas a la pregunta.
Actualmente existe la reelección de
legisladores y alcaldes de manera no consecutiva. Este es un gran
incentivo para el trapecismo electoral. Los alcaldes y diputados ya no
trabajan en su tercer año de gestión sino que dirigen sus esfuerzos a
buscar a dónde saltarán para no quedar fuera del presupuesto público, el
más buscado en México por ser alto en comparación con lo que se
requiere de trabajo para conseguirlo. En segundo lugar, la experiencia o
cierto profesionalismo conseguido en un ayuntamiento o en algunas
comisiones legislativas se tira a la basura cuando el político salta a
otra posición, y ahí habrá que volver a empezar con la curva de
aprendizaje.
Este ciclo vicioso sólo perjudica a los
ciudadanos y la calidad de la vida pública. Los profesionales de la
política están permanentemente en el juego del ensayo-error, los nuevos
presidentes municipales o los nuevos legisladores cuando asumen sus
nuevos cargos creen que habrá que inventarlo todo, hacerlo nuevo otra
vez, y así el país se reinventa cada tres años con consecuencias
nefastas para todos. Por eso la reelección no consecutiva de
legisladores y alcaldes sólo puede provocar resultados característicos
de una república bananera.
Como toda pieza en el sistema político,
la reelección no consecutiva de legisladores y alcaldes tiene un
principio político, heredado de la hegemonía priista de siete décadas:
propiciar circulación de grupos y tribus con sus respectivas clientelas
pero con la regla del juego de que en la pirámide debe permanecer el
dominio, control y poder de los comités ejecutivos nacionales de los
partidos, las oligarquías partidistas. En el fondo, lo que se está
jugando es quién pierde poder y quién lo gana. Con la reelección no
consecutiva de legisladores y alcaldes los que siguen teniendo el
control político son los barones y en algunos casos las damas de hierro
de las oligarquías partidistas en detrimento de los ciudadanos.
Los diputados en días recientes, como ya
es su costumbre, han quedado muy abajo en su desempeño parlamentario
practicando todo tipo de triquiñuelas para no darle cauce a la
reelección consecutiva de alcaldes y legisladores. ¿A qué le temen? Se
aprovechan de que la opinión pública todavía no descubre los beneficios
que supondría esa pieza en nuestro sistema político, se aprovechan de
que no es popular porque es una de esas jugadas técnicas que no
necesariamente se tangibilizan en el día a día del ciudadano promedio.
Pero esa clase política que se niega a dar el paso en una reforma
política integral con reelección consecutiva sí que sabe perfectamente
lo que perdería.
Una cierta clase política hoy
representada enla Cámara de Diputados, que lideran los priistas
asociados a la candidatura de Peña Nieto y que lograron articular —habrá
que indagar con qué incentivos— los votos de panistas y perredistas,
sabe perfectamente que la reelección consecutiva de legisladores y
alcaldes le da poder a los ciudadanos, un poder que hasta ahora no hemos
tenido, que no lo sabemos, pero que los que sí están en la política
alcanzan a vislumbrar en sus consecuencias.
Piensen, lectores, qué sucedería si hoy
nuestro diputado local o nuestro diputado federal tuviera interés en
reelegirse; ese sería su principal interés antes que buscar otra chamba.
Piensen entonces qué harían con sus votos el próximo año, ¿serían otra
vez para ese diputado? ¿No se preguntarían qué hizo estos dos años? ¿Qué
votó? ¿Qué beneficios logró para sus representados? ¿No creen,
estimados lectores, que si ese diputado tuviera como objetivo quedarse
otros tres años en su curul o en el ayuntamiento no haría desde el
primer año todo aquello que estuviera a su alcance para tener contentos a
sus electores?
Los mexicanos estamos descubriendo que
nuestro voto sirve para premiar o castigar a los políticos en las urnas.
A eso le llamamos “voto retrospectivo” y casi no lo usamos porque no
hay reelección consecutiva. Pero si esa pieza se inserta en el sistema
político, los ciudadanos tendremos más poder a la hora de hacer cuentas
en las elecciones. Dicen los tramposos en la clase política que esa
jugada eternizaría a los políticos y a las mafias, como si eso no
sucediera hoy, como si hoy no hubiera políticos que tienen 20 o 30 años
viviendo del erario.
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