La historia de David contra Goliat no es, para el que esto garabatea, una simple referencia literaria. Tampoco es muletilla desgastada, que a veces usamos para describir situaciones en donde la abismal asimetría de los contrincantes esconde moralejas incumplibles en la práctica. La he vivido de cerca, como testigo privilegiado de un combate desigual que, a pesar de todos los obstáculos, se resolverá (estoy seguro) a favor de la Justicia.
Hace más de un año y medio: el 5 de junio de 2009 para ser exacto, a eso de las dos cuarenta y cinco de la tarde, la conciencia moral del país sufrió una espantosa sacudida. A esa hora, en la ciudad de Hermosillo empezó a incendiarse un galerón subrogado del IMSS, mal ‘habilitado’ como guardería que se llamaba ABC, en donde cientos de niños dormían la siesta a la espera de que llegaran sus padres por ellos, para regresar a sus casas.
El atroz desenlace ya lo conoce el mundo entero. Veinticinco niñas y veinticuatro niños, cuya edad promedio era de tres años, fallecieron a consecuencia de un siniestro que pudo evitarse. Decenas de sus compañeritos sufrieron lesiones que los afectarán permanentemente: a ellas, ellos, y a sus familias.
La reacción de los tres niveles de gobierno en México fue previsible. Había que controlar los daños: ver la forma de que los principales responsables -morales y políticos- pudiesen escurrir el bulto y seguir con su vida profesional como si nada. Había que asegurarse que un suceso doloroso y sin precedentes -que en otros países hubiera detonado una profunda reflexión nacional, ceses fulminantes y políticas públicas orientadas hacia una efectiva rendición de cuentas y la no repetición de tragedias como ésta- no exhibiera los resortes de corrupción e impunidad que gobierna el esquema privatizador del cuidado de niños de trabajadores bajo estrictos criterios comerciales. Como si la asignación directa a compadres, amigos y parientes fuera un hecho normal, casi una franquicia diseñada para maximizar ganancias y descuidar la seguridad de las niñas y niños bajo su cargo.
Algo fundamental se quebró ese día y no volverá a repararse. Desde entonces el cinismo e irresponsabilidad de la clase política y empresarial -directamente involucradas- no conoce límite. Algunas estampas, por todos conocidas: el entonces gobernador de Sonora, Eduardo Bours, confesando ante la prensa que dormía como un bebé; los dueños de la guardería declarando que ellos eran las verdaderas víctimas; las visitas de jerarcas de la Iglesia y burócratas a las casas de los padres enlutados, con ofrecimientos en dinero o especie, e insinuaciones de que las víctimas descansan en paz, pero están enojadas porque sus papás y mamás ‘participan en movimientos sociales’; el presidente Calderón interrumpiendo inopinadamente a Patricia Duarte, una de las madres agraviadas, cuando ella preguntaba qué constituía la justicia para él (pregunta que por cierto sigue sin respuesta); la lamentable actuación de la Suprema Corte de Justicia, ‘sitiada por el Poder Ejecutivo’ (en palabras de un protagonista de primer orden), durante la discusión y rechazo del demoledor Dictamen presentado por el Ministro Arturo Zaldívar en junio pasado.
El catálogo de ofensas, engaños y omisiones forma ya parte de una antología nacional del oprobio. Pudo haber calado en el ánimo de los papás y mamás directamente afectados, pero la historia es muy distinta. Algunos y algunas se sobrepusieron al vacío irreparable y conformaron el Movimiento por la Justicia Cinco de Junio (www.movimiento5dejunio.org), agrupación sin fines de lucro que busca reivindicar su causa para que en México no suceda otra pérdida como la que ellos sufren en carne propia.
Algún día tendrá que contarse la saga de esta Asociación, y del inquebrantable amor, compromiso y valor civil de sus integrantes. Diego Enrique Osorno ya dibujó un esbozo magistral: el libro Nosotros somos los Culpables, editado por Grijalbo. Sin embargo, desde su publicación han transcurrido muchas otras cosas y capítulos adicionales que merecen relatarse.
Lo único cierto es que seguirá transcurriendo esta lucha desigual, con logros importantes como el apoyo de todas las fracciones parlamentarias en el Senado para discutir un proyecto de Ley General de Estancias Infantiles elaborada por expertos. También hay retrocesos, como en el caso de Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, socia fundadora y propietaria de la Guardería ABC (y no por casualidad, prima de la esposa del presidente Calderón, Margarita Zavala). Ella fue absuelta, la semana pasada, de uno de los cargos que se le imputan.
Es evidente que la Justicia tardará en llegar…un poco más de lo previsto. Funcionarios que debieron haber renunciado, como Juan Molinar y Daniel Karam (ex-director y actual director del Seguro Social), o el todavía Procurador estatal Abel Murrieta (desacreditado durante la administración príista que perdíó las elecciones locales en 2009, pero ratificado a pesar de las promesas en contrario de Guillermo Padrés, gobernador panista de Sonora) siguen desempeñando labores, con múltiples tropiezos y la pérdida de credibilidad que entraña seguirlos conservando en la administración pública.
Hay otros capítulos por escribir. La tercera edición del Juicio Ciudadano que se va a celebrar pronto en la Ciudad de México: ejercicio cívico en donde ya participó masivamente la sociedad hermosillense. El primero, para someter a juicio moral a los dueños de la Guardería ABC; el segundo, para señalar a las autoridades municipales y estatales. El turno en esta última versión será del Gobierno Federal. Se espera la participación de numerosos personajes de la academia, especialistas y público en general el año entrante.
También va muy avanzado el proyecto de Museo Memorial ABC en el lugar de los hechos, siguiendo el ejemplo de naciones que han podido enfrentar con éxito situaciones extremas que no pueden, bajo ningún motivo, volver a ocurrir. Lugares creados para preservar la memoria: desde la investigación exhaustiva, el arte y el recuerdo, de sucesos como el que sigue convocando a una sociedad civil cada vez más exigente, participativa y solidaria.
La batalla de los padres y madres de la Guardería ABC, es de todas y todos. Dotar de sentido esa tragedia no ha sido fácil, pero gracias a su denodado esfuerzo México encontrará un mucho mejor futuro para la infancia. David prevaleció, contra todos los pronósticos. Venció a Goliat con contundencia. Así sucederá entre nosotros, pronto.
Hace más de un año y medio: el 5 de junio de 2009 para ser exacto, a eso de las dos cuarenta y cinco de la tarde, la conciencia moral del país sufrió una espantosa sacudida. A esa hora, en la ciudad de Hermosillo empezó a incendiarse un galerón subrogado del IMSS, mal ‘habilitado’ como guardería que se llamaba ABC, en donde cientos de niños dormían la siesta a la espera de que llegaran sus padres por ellos, para regresar a sus casas.
El atroz desenlace ya lo conoce el mundo entero. Veinticinco niñas y veinticuatro niños, cuya edad promedio era de tres años, fallecieron a consecuencia de un siniestro que pudo evitarse. Decenas de sus compañeritos sufrieron lesiones que los afectarán permanentemente: a ellas, ellos, y a sus familias.
La reacción de los tres niveles de gobierno en México fue previsible. Había que controlar los daños: ver la forma de que los principales responsables -morales y políticos- pudiesen escurrir el bulto y seguir con su vida profesional como si nada. Había que asegurarse que un suceso doloroso y sin precedentes -que en otros países hubiera detonado una profunda reflexión nacional, ceses fulminantes y políticas públicas orientadas hacia una efectiva rendición de cuentas y la no repetición de tragedias como ésta- no exhibiera los resortes de corrupción e impunidad que gobierna el esquema privatizador del cuidado de niños de trabajadores bajo estrictos criterios comerciales. Como si la asignación directa a compadres, amigos y parientes fuera un hecho normal, casi una franquicia diseñada para maximizar ganancias y descuidar la seguridad de las niñas y niños bajo su cargo.
Algo fundamental se quebró ese día y no volverá a repararse. Desde entonces el cinismo e irresponsabilidad de la clase política y empresarial -directamente involucradas- no conoce límite. Algunas estampas, por todos conocidas: el entonces gobernador de Sonora, Eduardo Bours, confesando ante la prensa que dormía como un bebé; los dueños de la guardería declarando que ellos eran las verdaderas víctimas; las visitas de jerarcas de la Iglesia y burócratas a las casas de los padres enlutados, con ofrecimientos en dinero o especie, e insinuaciones de que las víctimas descansan en paz, pero están enojadas porque sus papás y mamás ‘participan en movimientos sociales’; el presidente Calderón interrumpiendo inopinadamente a Patricia Duarte, una de las madres agraviadas, cuando ella preguntaba qué constituía la justicia para él (pregunta que por cierto sigue sin respuesta); la lamentable actuación de la Suprema Corte de Justicia, ‘sitiada por el Poder Ejecutivo’ (en palabras de un protagonista de primer orden), durante la discusión y rechazo del demoledor Dictamen presentado por el Ministro Arturo Zaldívar en junio pasado.

Algún día tendrá que contarse la saga de esta Asociación, y del inquebrantable amor, compromiso y valor civil de sus integrantes. Diego Enrique Osorno ya dibujó un esbozo magistral: el libro Nosotros somos los Culpables, editado por Grijalbo. Sin embargo, desde su publicación han transcurrido muchas otras cosas y capítulos adicionales que merecen relatarse.
Lo único cierto es que seguirá transcurriendo esta lucha desigual, con logros importantes como el apoyo de todas las fracciones parlamentarias en el Senado para discutir un proyecto de Ley General de Estancias Infantiles elaborada por expertos. También hay retrocesos, como en el caso de Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, socia fundadora y propietaria de la Guardería ABC (y no por casualidad, prima de la esposa del presidente Calderón, Margarita Zavala). Ella fue absuelta, la semana pasada, de uno de los cargos que se le imputan.
Es evidente que la Justicia tardará en llegar…un poco más de lo previsto. Funcionarios que debieron haber renunciado, como Juan Molinar y Daniel Karam (ex-director y actual director del Seguro Social), o el todavía Procurador estatal Abel Murrieta (desacreditado durante la administración príista que perdíó las elecciones locales en 2009, pero ratificado a pesar de las promesas en contrario de Guillermo Padrés, gobernador panista de Sonora) siguen desempeñando labores, con múltiples tropiezos y la pérdida de credibilidad que entraña seguirlos conservando en la administración pública.
Hay otros capítulos por escribir. La tercera edición del Juicio Ciudadano que se va a celebrar pronto en la Ciudad de México: ejercicio cívico en donde ya participó masivamente la sociedad hermosillense. El primero, para someter a juicio moral a los dueños de la Guardería ABC; el segundo, para señalar a las autoridades municipales y estatales. El turno en esta última versión será del Gobierno Federal. Se espera la participación de numerosos personajes de la academia, especialistas y público en general el año entrante.
También va muy avanzado el proyecto de Museo Memorial ABC en el lugar de los hechos, siguiendo el ejemplo de naciones que han podido enfrentar con éxito situaciones extremas que no pueden, bajo ningún motivo, volver a ocurrir. Lugares creados para preservar la memoria: desde la investigación exhaustiva, el arte y el recuerdo, de sucesos como el que sigue convocando a una sociedad civil cada vez más exigente, participativa y solidaria.
La batalla de los padres y madres de la Guardería ABC, es de todas y todos. Dotar de sentido esa tragedia no ha sido fácil, pero gracias a su denodado esfuerzo México encontrará un mucho mejor futuro para la infancia. David prevaleció, contra todos los pronósticos. Venció a Goliat con contundencia. Así sucederá entre nosotros, pronto.
0 comentarios:
Publicar un comentario