Y el Señor le dijo a Alejandro: “Alista tu iPad, que te voy a dictar las
reglas que han de seguir tú y tu pueblo para elegir al ungido”.
Y
Alejandro se levantó de mañana y acudió a un lugar entre pinos, como le
mandó el Señor, y llevó en su mano dos tabletas (llevaba una de
repuesto por si se le acababa la batería).
Y el Señor bajó de los
cielos (andaba en su helicóptero haciendo actividades no proselitistas) y
le habló así a su ciervo (con c, porque de cariño le decía “venadito”):
1. Continuarás con la sagrada alianza con el IFE
para asegurar la seguridad y tranquilidad del proceso: la seguridad de
que podrás manipularlo y la tranquilidad que da el ejercicio absoluto
del poder.
2. Evitarás que el crimen organizado se infiltre en el proceso electoral.
No vaya a ser que aprenda malas mañas de los partidos políticos o que
los candidatos sientan que les están haciendo competencia desleal.
3. No harás mal uso de los programas sociales con fines electorales.
Solo harás buen uso de ellos; es decir, los utilizarás para garantizar
que únicamente sea elegido aquél que teme mi nombre y que acatará mis
designios.
4. Para que la elección se realice sin contratiempos,
habrás de instalar grupos de trabajo en la administración pública y así
garantizar que ningún empleado gubernamental realice tarea alguna en beneficio de la ciudadanía.
5. Haz que todos sospechen de todos y que denuncien ante la Fepade la paja en el ojo ajeno, pero no vean el aserradero en el propio.
6.
El signo del proceso habrá de ser tu estrecha colaboración con el IFE:
que no dé un paso sin sentir tu sombra omnipresente e intimidante.
7. Cumplirás con las normas y tiempos establecidos por el IFE
para difundir campañas, pero no dejarás que eso impida que ejerzas tu
divino derecho a pregonar, enaltecer y exagerar tus logros. No vaya a
ser que tu pueblo se dé cuenta de que pecaste de indolencia y pierda la
fe.
8. Habrás de garantizar la seguridad de los distintos candidatos.
¿Y qué candidato es el único distinto? Aquél que no puede ser nombrado
varón. Pero no has de descuidar a los otros: no vaya a ser que alguno,
sabiéndose derrotado, enloquezca, se inmole y se vuelva mártir. Y una
vez fenecido, todos sus defectos se convertirán en virtudes. Ya nos ha
pasado antes y, créeme, no hay forma de ganarle a un muerto.
9.
Habrás de estar en contacto con los líderes de todas las tribus
políticas para estar al tanto de sus intenciones malévolas y asegurarte
de que no rompan la ley. Al menos no antes que tú.
10. Estarás en
constante comunicación con las autoridades electorales de toda mi gran
nación para asegurarte de que saben que tienes el poder de castigar al
que te ofende y recompensar al que te complace. Hazles saber que
servirte a ti es servirme a mí, el Todopoderoso.”
Así habló el
Señor a Alejandro. Y aconteció que Alejandro descendió del lugar entre
pinos con las tablas en la mano y su rostro resplandecía (había olvidado
ponerse bloqueador solar). Después convocó a todos los hombres y
mujeres de las cámaras y los micrófonos, y ellos se acercaron a él. Y él
les dijo: “Este es el Decálogo que me ha dado el Señor”. Y repitió las palabras de fuego que el Todopoderoso le había dictado.
Y
al conocer la Palabra, los hombres y mujeres del pueblo vieron que la
profecía se cumpliría: el Ungido sería elegido como lo habían hecho sus
padres y los padres de sus padres: como había sido siempre, como siempre
sería.