En 2011 todos los acontecimientos políticos importantes fueron
vinculados con los posibles escenarios de la sucesión presidencial. En
particular, las elecciones locales fueron vistas como laboratorios de lo
que acontecería el próximo año.
La atmósfera política perfiló diferentes posibilidades, pues si bien
el PRI se hizo de cuatro gubernaturas, el PRD se afianzó en Guerrero y
el PAN ganó en Baja California Sur.
No obstante, el ambiente político está enrarecido por la presencia
del crimen organizado en los comicios. Cada vez es más claro que es un
actor a tomar en cuenta, al menos en los contextos locales. El problema
es que llegue a contaminar una elección nacional, con lo que se estaría
ante una situación muy peligrosa y descontrolada, que pondría en jaque a
todas las instituciones políticas del país.
Por lo pronto, los partidos políticos adelantaron su proceso interno y
hoy, antes de que inicien los tiempos formales de las precampañas,
tanto la izquierda como el PRI han definido a quién será su candidato.
Ante la decisión de que Andrés Manuel López Obrador fuese el candidato
de la izquierda, el PRI también hizo lo propio al quedarse solo en la
carrera Enrique Peña Nieto. En cuanto al PAN, aunque las cosas no están
definidas del todo, los tres aspirantes se encuentran dedicados a
promoverse como si ya estuviesen en el proceso de selección del
candidato.
Por ahora es difícil hacer un pronóstico, pero hacia el próximo año
ya es posible prefigurar al menos tres escenarios en torno a la elección
presidencial. Desde luego, en este momento no sería sino una mera
especulación, pero que se sostiene a partir de los resultados
electorales de 2011, de las encuestas (muchas de ellas a petición de
parte) y de las expectativas que se vienen generando con los que serán
los candidatos.
El primer escenario es que se repita lo sucedido en el Estado de
México, en donde el candidato del PRI superó con una gran diferencia a
los otros dos aspirantes. Si en julio del próximo año se sigue
manteniendo la ventaja que lleva Peña Nieto en las encuestas, este
contexto será altamente factible y tanto las izquierda como el PAN se
quedarían peleando un lejano segundo lugar. Como las posibilidades de
que hubiese una alianza entre el PAN y el PRD quedaron enterradas, que
esta situación se pudiese presentar no es del todo descartable.
Sin embargo, el proceso en el estado del ahora abanderado del PRI no
tiene por qué repetirse ni sostenerse en otras entidades. Si bien es un
candidato conocido, tendrá todavía que hacer una campaña para difundir
sus propuestas, pues los electores no se van a conformar solamente con
su campaña mediática y la promoción de su imagen. Por lo pronto, habrá
que ver qué tanto sostiene su ventaja en las encuestas, al menos hasta
que inicien formalmente las campañas.
Un segundo escenario es que uno de los candidatos opositores a Peña
Nieto rebase con mucho al otro y que la elección se polarice entre dos
fuerzas políticas. Esta posibilidad dependerá de que López Obrador se
recupere y deje atrás su imagen negativa o de que el candidato panista
remonte la mala imagen que han dejado las gestiones de los gobiernos de
Vicente Fox y Felipe Calderón.
Un tercer y último escenario es que la contienda, como recientemente
sucedió en Michoacán, se presente en tercios, en donde ninguno de ellos
obtenga amplia mayoría y se termine con un final de fotografía. Esto
implicaría que cada uno de los candidatos se fortaleciera en algunas
regiones del país y tuviera por lo tanto capacidad competitiva. Si
consideramos que las tres fuerzas políticas pueden construir diferentes
bastiones en el país, la eventualidad de los tercios podría hacerse
realidad.
Cualquiera de estas posibilidades tiene sustento en la realidad
política, mucho de ello debido a la poca memoria política de los
ciudadanos, los cuales se encuentran deseosos de cualquier expectativa
que pueda remontar la negativa situación en la que se encuentra el país.
Empero, cualquiera de los escenarios que prevalezca va a propiciar
una difícil situación para la gobernabilidad del país. Por las
experiencias recientes, las elecciones no parece que puedan resultar del
todo pulcras y el manejo de recursos públicos para la compra del voto
todavía es una práctica difícil de retraer y disminuir. Parece que
cualquiera que sea el candidato triunfador, tendrá que remar contra la
corriente de la falta de legitimidad. Es una situación indeseable pero
muy próxima a presentarse nuevamente.